Por Antonio Fontán
En nombre del Patronato de la Fundación Diario Madrid y del Jurado del premio Rafael Calvo Serer de Periodismo y Comunicación he de agradecer a Vuestras Altezas Reales los Príncipes de Asturias el honor que nos hacen visitando nuestra casa y presidiendo este acto.
La presencia de los Príncipes entre nosotros en la mañana de hoy tiene una significación que trasciende el carácter meramente profesional y social de la entrega de una distinción periodística a una personalidad de nuestro oficio. Hoy se dan cita en nuestra casa el recuerdo del Madrid y de lo que significó en un determinado momento de la vida española, y el reconocimiento de lo que representa en el mundo de la comunicación en la vida pública de Portugal y de Europa Su Excelencia el Presidente Francisco Pinto Balsemão. Creador y realizador de periódicos y medios audiovisuales en su patria y en su lengua portuguesa, ha sido también, según consta ya en la historia, uno de los principales artífices de lo que yo, con su venia, llamaría la “transición”portuguesa hacia una verdadera recuperación de la democracia y a la consiguiente integración de su patria en las instituciones europeas.
Nuestro jurado ha tenido en cuenta principalmente la brillante trayectoria periodística y empresarial del Presidente Balsemão en el mundo de la comunicación. Pero no hemos podido dejar de contemplar, al mismo tiempo su obra política, así como su particular condición, tan entrañable para nosotros, de buen amigo de España.
En el año 2001, cuando se cumplían los treinta años del cierre de nuestro diario Madrid, por motivos políticos y decisión del gobierno de entonces, publicamos un volumen de trescientas páginas del que aún conservamos unos cuantos ejemplares.
En él, ciento cincuenta periodistas, políticos, escritores
y otras relevantes personalidades de nuestra nación evocaban lo que para ellos y para muchos españoles había sido aquel diario Madrid. En la portada del libro, en diez palabras, definíamos lo que había querido ser y quizá fue nuestro periódico: “Una apuesta por la democracia y la integración en Europa”. Yo me atrevería a decir lo mismo o algo muy parecido de la obra profesional y política de Pinto Balsemão en su patria portuguesa tan fraternalmente querida por los españoles.
Un ilustre compañero nuestro de actividades periodísticas, académico de la Española, antiguo Director de El País y consejero delegado del grupo PRISA, Juan Luis Cebrián, buen conocedor del Presidente Pinto Balsemão, ha accedido a nuestra invitación de hablar ante ustedes de la persona y la obra de quien nos ha honrado aceptando unir su nombre a los profesionales distinguidos con los premios de periodismo y comunicación “Rafael Calvo Serer” creados por nuestra Fundación.
La Fundación Diario Madrid, que esta mañana tiene el agrado de recibirles en esta casa tan cargada de recuerdos de la prensa española, es la entidad continuadora de lo que fue nuestro periódico. Cerrados en noviembre de 1971 y privados del derecho de edición por la antes aludida disposición ministerial, más de diez años después –y con un cambio de régimen por medio - el Tribunal Supremo accedió a nuestros recursos, anuló la disposición que nos impedía publicar el diario e incluso condenó al Estado a una indemnización. Ésta, que resultaba manifiestamente insuficiente para reconstruir la empresa y volver a sacar el periódico a la calle, llegó por fin a nuestro poder casi veinte años después de aquel final. En ese tiempo, además, había cambiado tanto, técnica y económicamente, toda la industria de la prensa que resultaba imposible con nuestros cortos recursos volver a los quioscos. Lo que había sido la propiedad del Madrid es la dotación actual de nuestra Fundación del Patronato que yo, como antiguo Director, tengo la honra y la responsabilidad de encabezar, forman parte hasta veinte antiguos consejeros de la empresa y redactoras y redactores del periódico. Tenemos pocos medios, pero no nos faltan ideas y algo estamos haciendo en estos últimos años.
La casa del Madrid en que se celebra este acto tiene ya una historia de casi un siglo. Fue inaugurada en 1917 cuando se instaló en ella la redacción y los talleres del diario El Sol por iniciativa del industrial y financiero don Nicolás María de Urgoiti, presidente y alma de “La Papelera Española” y promotor del famoso periódico que tan poderosa influencia estaba llamado a ejercer. Con Urgoiti vino a esta casa el ilustre filósofo y escritor José Ortega y Gasset, el más notable pensador español del siglo XX, que supo también ser un excelente periodista como prueban sus artículos –firmados o sin firma– en las páginas del diario del que historiadores y comentaristas suelen decir que fue “el periódico de Ortega”. Tras Ortega y atraídos por su prestigio vinieron a colaborar en El Sol no pocos maestros universitarios e intelectuales españoles de significación liberal y orientación a la vez netamente hispana y modernizadora. Entre ellos, junto a los grandes del 98 –Azorín, Baroja, los hermanos Machado, Maeztu, De los Ríos– y otros de la generación siguiente como Madariaga, el ilustre médico e historiador Gregorio Marañón, en unión del cual pasaron a escribir en El Sol destacadas figuras de la ciencia y de la medicina y escritores de esa generación “post-noventayochista”, como Pérez de Ayala, Castro, etc.
Urgoiti y Ortega confiaron durante años la dirección del periódico a Manuel Aznar, un joven profesional que ya se había dado a conocer como corresponsal en tiempos de la Guerra Mundial y demostró ser un periodista “todo terreno”, llamado después a un largo recorrido político y profesional. En la historia de El Sol, que se editaba aquí destacan, como principales actores industriales, y profesionales del periódico: Urgoiti, Ortega y Aznar. Gentes de sus estirpes nos acompañan aquí hoy. Junto con El Sol se publicó aquí también el vespertino La Voz que alcanzaría mucha mayor circulación que su fraternal colega de la mañana, si bien con más audiencia en la calle y menos lugar en la historia.
Desaparecido El Sol al término de la guerra civil, el edificio, sus talleres y sus almacenes fueron destinados a funciones periodísticas, y se publicaron en esta casa periódicos de orientación oficial en cuyas páginas no faltaron –más bien al contrario– buenas plumas y no poco oficio.
Casi medio siglo después del año 36 el histórico edificio de la calle Larra fue adquirido por la sociedad editora del Madrid, cuando estaba bastante deteriorado y en precarias condiciones. Entre unos y otros gastos que resultaron indispensables para mantener en pié y conservar el inmueble, según datos que hemos podido reunir, parece que se hubo de invertir la indemnización que había llegado a los editores.
Tras el fallecimiento del que había sido Presidente del diario y animador de la época del que llamábamos“el Madrid independiente”, el profesor y político Rafael Calvo Serer, en virtud de su testamento se constituyó nuestra Fundación Diario Madrid, que hoy les recibe en esta casa, y que es la que otorga el Premio de Periodismo y Comunicación que hemos querido honrar con su nombre.
Hemos podido reunir un archivo de fotos de cierta entidad, procedente del que había sido el periódico republicano el Heraldo de Madrid, el de los Busquets, y de nuestro Madrid , y de los notables profesionales y colaboradores o redactores que formaban parte de él. En él se conservan, digitalizados ya, más de doscientos mil documentos gráficos que recogen prácticamente la vida de Madrid a lo largo del pasado siglo XX, además de las cosas de España y de todo el mundo: personalidades, artistas, el pulso de la ciudad, las modas de sucesivas épocas, los deportes, la política, los toros, más las calles de Madrid y el entorno humano y social de las gentes, los mercados, los barrios y las casas de unas generaciones anteriores a nosotros y las incesantes obras del viejo poblachón manchego convertido en capital de nación.
Una reciente exposición de un par de centenares de esos documentos gráficos, en este mismo salón en que estamos ahora, recibió en tres semanas unos treinta mil visitantes. Otras exposiciones gráficas periodísticas presentadas en este mismo lugar han disfrutado también de una numerosa asistencia. Hemos publicado, en colaboración con la Asociación de Periodistas Europeos, y bajo la dirección de nuestro compañero de Patronato Miguel Ángel Aguilar, media docena de libros entres los que destaca la serie de los Humoristas e ilustradores del Madrid, Anciones, Cerecedo, Chumy Chúmez y Moncho Goicoechea. Hemos colaborado con diversos Departamentos de las Facultades de Información y Comunicación de la Universidad Complutense, con la que tenemos suscrito un Convenio y con la de Navarra.
Hemos estudiado y diseñado un proyecto, que desearíamos que se llevara a cabo, de lo que debería ser ese Centro Internacional de Información que Madrid a diferencia de otras importantes capitales no tiene y que los periodistas de prensa y audiovisuales extranjeros que trabajan aquí, o que vienen a nuestra ciudad con ocasión de acontecimientos o novedades importantes, echan en falta. También nos hemos propuesto ofrecer nuestros locales y servicios para seminarios, coloquios y sesiones de trabajo de periodismo especializado, etc.
En estas y otras actividades que sería largo y tedioso de enumerar, han colaborado profesionalmente con nosotros varias docenas de periodistas, expertos, estudiantes y artistas de nuestra ciudad y de nuestro oficio.
No está en nuestro ánimo ni en nuestras posibilidades realizar nosotros solos estas y otras tareas semejantes, con nuestros propios y no muy cuantiosos medios. Pero con el nombre del diario Madrid y con nuestra independencia respecto de los actuales grupos mediáticos, o asociaciones profesionales o sindicatos, la Fundación ofrece así al mundo de la comunicación, tantas veces y tan legítimamente competitivo, y no siempre bien avenido, un lugar de encuentro que para todos habria de ser como su propia casa.
Los anteriores premios “Rafael Calvo Serer” del diario Madrid fueron otorgados a profesionales de prestigio por su trabajo en diversos medios de prensa, y hasta ahora todos españoles: Andrés Romero Rubio, periodista y destacado profesor de la Facultad de la Complutense; Manuel Fernández Areal, profesor también y creador de Facultades de Información en Canarias y en Galicia, que había dirigido diarios, revistas y cadenas de televisión; Ángel Arnedó, Director entonces de uno de los principales periódicos regionales de España y hoy importante directivo del grupo del grupo de comunicación Vocento; José Javier Uranga, periodista, historiador y poeta, que había estado treinta años al frente del Diario de Navarra y que escapó casi milagrosamente de un terrible atentado terrorista de ETA, en el que disparaban contra él y contra la libertad de información; Ricardo Estarriol, uno de los más notables corresponsales de periódicos españoles en el extranjero, que envió sus crónicas durante casi cuarenta años a La Vanguardia de Barcelona no sólo desde Centroeuropa, donde estaba habitualmente asentado, sino también desde la antigua URSS, toda la Europa oriental y el Extremo Oriente, en particular China, cuando este país era comunista de verdad; el veterano Carlos Sentís, que ha recorrido nuestro continente y todo el orbe como corresponsal especializado en política internacional y que ya en 1945 había sido testigo excepcional del final dela II Guerra Mundial, asistiendo el mismo día en que terminó la contienda a las grandes celebraciones en Berlín y en Londres. Y, finalmente, a Guillermo Luca de Tena, que desde hace mucho tiempo es llamado en la profesión “el hombre de ABC”, que ha dirigido su diario en las ediciones de Sevilla y de Madrid y hoy es, con justo título, Presidente de Honor del centenario periódico.
Con el de este año a S.E. el presidente Francisco Pinto Balsemão, hemos querido salir de nuestras fronteras nacionales y expresar esa vocación por la democracia y por la integración europea, cifrándolo en una distinguida personalidad del mundo de la comunicación y de la vida pública internacional.
No quería terminar estas palabras mías sin repetir nuestro agradecimiento a Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias, cuya presidencia da particular relieve a este acto. Vuestra compañía, Serenísimos Señores, compromete a nuestra Fundación a seguir esforzándose, desde su modesto lugar en la vida profesional de la comunicación española, en el servicio a la democracia y a las libertades públicas que nuestro país ha recuperado bajo la inspiración y el amparo de la Corona.
Valor Profesional y Sentido Democrático
Por Juan Luis Cebrián
El jurado de este premio Rafael Calvo Serer ha apreciado en Pinto Balsemao “una valía periodística, empresarial y política, desde la que impulsó en abierto compromiso los cambios y salidas de Portugal en un sentido democrático desde los períodos históricos salazarista y continuista de Caetano”. Los cambios que ocurrieron en España y Portugal desde la época de las dictaduras salazarista y franquista son espectaculares en todos los órdenes y desde luego en el mundo de la comunicación. El final de la opresión política supuso la supresión de la censura y la consolidación de la libertad de expresión y derivó en la consiguiente desaparición de muchos medios de prensa. En Lisboa solo se editaban en 1999 dos de los diez diarios que se publicaban en la víspera del estallido revolucionario y habían desaparecido todos los editados entre 1974-1976. Más llamativo es el caso de los semanarios de información general y ámbito estatal pues únicamente se mantiene hoy uno de los existentes el 25 de Abril, precisamente Expresso.
En el caso español, la censura funcionaba como una máquina burocrática casi perfecta. Los periódicos necesitaban autorización gubernamental previa para ser publicados, los directores los nombraba el ministro y cualquier cosa que saliera impresa –noticias, fotos o publicidad– tenía que haber pasado previamente por la revisión de los servicios oficiales, que sellaban las galeradas de imprenta como justificante del hecho. El celo y pasión con que los censores se aplicaban a su tarea afectaba también, y sin empacho, tanto a la gramática como al buen uso del diccionario. En cierta ocasión, los servicios del señor Arias Salgado enviaron una nota de inserción obligatoria, en primera página y en negritas, en la que se narraba la llegada del Caudillo a un pueblo de España, añadiendo el expresivo detalle de que las campanas de la parroquia comenzaron a doblar en señal de alegría por la visita.
Avisado el burócrata de turno de que en todo caso lo que harían las campanas sería repicar, pues sólo doblan cuando es a muerto, él se mantuvo en sus trece, decidido a imponer su autoridad, y así se publicó en la prensa del día siguiente. La historieta hizo que el poeta Federico Muelas redactara unos versos que han hecho fortuna en la tradición oral del periodismo español:
El doblar, que es toque serio,
puede serlo de optimismo,
si lo manda el Ministerio
de Información y Turismo.
En 1968 la presión social contra la dictadura recibió la respuesta de la máquina represiva del régimen: Se suspendió por cuatro meses la publicación del diario Madrid –por un artículo del profesor Calvo Serer que elogiaba la decisión del general De Gaulle de retirarse a tiempo, actitud siempre difícil de imitar y obviamente no compartida por el general Franco-, se secuestraron cautelarmente varios libros y publicaciones periódicas y se incoaron, en los primeros seis meses, doscientos sesenta y seis expedientes administrativos contra periodistas y empresas. Esta saga de despropósitos y persecuciones, culminaron con el cierre definitivo del Madrid en noviembre de 1971.
En Portugal, lo mismo que en nuestro país, no fueron pocos los políticos y periodistas que, como Francisco Pinto Balsemão, usaron la plataforma del periodismo para impulsar y consolidar el cambio democrático. Aún hoy recuerdo nítidamente el día de nuestro primer encuentro, en la Escuela Internacional de Periodismo de Estrasburgo, a principios de Mayo de 1968, cuando en las calles los estudiantes se peleaban contra la policía gaullista. Asistíamos esos días a un curso sobre “Concentración de Empresas periodísticas y Sociedades de Redactores”, tema que por cierto no ha perdido actualidad.
Estábamos más delgados y también teníamos más pelo. Ambos ocupábamos responsabilidades en dos periódicos hoy desaparecidos –Diario Popular de Lisboa e Informaciones de Madrid– y participábamos de un mismo sentimiento antifascista y liberal, en el más amplio sentido de la palabra.
Allí comenzó a consolidarse una de mis pocas amistades que ha sobrevivido a los avatares del tiempo y al desgaste de la distancia. Porque se basaba en el afecto, en el aprecio mutuo, y en las preocupaciones e ideas sobre nuestros países: en el deber de contribuir, sobre todo, en la medida de nuestras fuerzas en el restablecimiento posterior entre una política de realidades y otra de sueños.
Francisco siempre me pareció un hombre de profundas convicciones morales y con una indiscutible pasión para la política. En aquel tiempo los dos contemplábamos al poder con el escepticismo natural de quien por unos u otros motivos, andaba siempre cerca de él, y nunca dentro, pero siempre con el deseo de hacer cosas que facilitasen el tránsito democrático de la dictadura a un régimen de libertad. Por eso, Francisco aceptó ser diputado en representación de una disidencia honesta que fue pagada por el Poder con el menosprecio y la ignorancia. Aquel grupo de diputados “liberales” del “caetanismo”, entre los cuales se encontraba también Sá Carneiro y algunos de los notables representantes del actual partido socialista de Portugal, tuvo la virtud de encender una luz, por tenue que fuera, en la oscuridad del régimen, y sus dificultades pusieron de relieve la inoperancia de cualquier solución de reforma de un régimen totalitario, que no fuese la de ruptura con las estructuras del Poder tradicional.
Estuve al lado de Francisco cuando la voracidad de un Banco y la miserable venganza de los políticos de derecha se unieron con el empeño de arrebatarle la tribuna del Diario Popular. Pude comprobar su espíritu de decisión y su valor profesional cuando decidieron fundar Expresso como periódico de combate por las libertades y arriesgar en esta empresa su patrimonio personal en lugar de abandonarse al descanso o a disfrutar de una situación económica estable, administrando los rendimientos de un despacho de abogados prestigioso. La razón de todo era muy simple: Francisco, antes que nada, es un periodista y un intelectual y también un ciudadano comprometido con su entorno social y su país. Le acompañé igualmente en las largas noches anteriores a la fundación del semanario luchando contra la censura imbécil de un grupo de coroneles a sueldo de la dictadura, que se dedicaban, en las madrugadas de los sábados, a tachar primorosamente con lápices de colores el esfuerzo creador de reflexión de un número considerable de personas, mil veces más respetables que ellos, tanto por su nivel de conocimiento, como por su voluntad de servir a los ciudadanos y su educación profesional.
Llegada la revolución asistí con el inolvidable Dionisio Ridruejo al primer congreso del PPD y seguí las contradicciones del proceso portugués que ora condecoraba a sus héroes, ora los encarcelaba. Este es al fin y al cabo el destino de todas las revoluciones.
En sus viajes a Madrid, en mis desplazamientos a Lisboa decenas de veces hablamos Francisco y yo de los problemas y las soluciones posibles para nuestros países en aquellos años de transición. Las circunstancias, y también determinadas discrepancias ideológicas pueden permitirme suponer que en todo caso estábamos y estamos, respectivamente en las alas derecha e izquierda de ese partido político con que todo el mundo sueña desde el día en que Ortega y Gasset lo describió como el partido de las personas decentes. Desde nuestra concepción ilegal de las cosas y la vida, que nada tiene que ver con el liberalismo de opereta de estos pagos, Francisco siempre me pareció moderadamente más conservador que yo, que padezco una extraña admiración por lo subversivo. Tal vez se deba a que yo me beneficio del hecho de haberme mantenido siempre lejos de los salones de palacio, de los que Francisco parecía también dispuesto a alejarse, por más que ambos deambuláramos por los pasillos.
Un trágico accidente y un innegable sentido de la responsabilidad le llevaron, sin embargo, a tener que asumir la difícil tarea de la dirección del país y de hacerlo en los tiempos del cólera. Durante esa experiencia el primer ministro Pinto Balsemão cosechó, como es lógico, éxitos y amarguras, pero no legó un ejemplo de coherencia moral y de decencia profesional al permitir que su periódico se comportara de forma absolutamente independiente respecto a su acción de gobierno y, en muchas ocasiones, asumiera posturas acerbamente críticas.
Muchas cosas han pasado después, pero pese al correr de los años nuestra amistad sigue impoluta lo que no impide que en el terreno profesional y empresarial seamos hoy competidores (aunque bien sabe él que a mi me hubiera encantado que fuéramos socios). Este es en cualquier caso un dato no menor para los tiempos que corren. Las guerras mediáticas que los celos, la ambición y la ruindad de algunos atizan en España no tienen lugar en Portugal, donde las empresas lideradas por Balsemao y las filiales de Prisa constituyen los primeros protagonistas del panorama audiovisual.
Algo deberíamos aprender de esto, sobre cuyo sentido ya nos dieran ejemplo en su día el propio diario Madrid y la figura de Rafael Calvo Serer que supo evolucionar desde el integrismo católico hacia el liberalismo democrático.
Por lo demás no me queda sino felicitar muy efusivamente a Francisco por su premio y felicitar también al jurado por su elección. La incorporación de Pinto Balsemao a la nómina de galardonados honra la memoria del diario Madrid: su lucha por la libertad, sus demandas de democracia y su militancia en las filas del sentido común.
Enhorabuena a todos ellos.
Oxígeno y Pasión por la Libertad
Por Francisco Pinto Balsemão
Altezas, señora Presidenta de la Comunidad de Madrid, señor Secretario de Estado de Comunicación, señor Presidente de la Fundación Diario Madrid, D. Juan Luis Cebrián, excelentísimos e ilustrísimos señores, señoras y señores: Mis primeras palabras son de gratitud. Me siento profundamente honrado por la distinción que la Fundación Diario Madrid me ha hecho al concederme el Premio Calvo Serer. Me gustaría, con la benevolencia de todos ustedes, rememorar la figura señera de Calvo Serer que, desde hoy y a través del Premio que lleva su nombre, ha entrado también en mi biografía personal.
Rafael Calvo Serer luchó toda su vida por “Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. En los momentos duros y conflictivos que le tocó vivir –cuando el oxígeno de la libertad pública era muy escaso en España y se imponía en todas sus estructuras un pensamiento único–, Rafael Calvo enfocó su acción política en defensa de la Monarquía, la libertad y democratización de su País. Era un profesor universitario consciente de la necesidad histórica de encontrar una salida liberal, democrática y pacífica al franquismo. Su oposición a Franco le trajo –como se comprende fácilmente– ásperas dificultades. Pero también tuvo la alegría de experimentar cómo germinaban socialmente sus esfuerzos siempre unidos a otros muchos procedentes de diferentes puntos cardinales políticos.
En el diario Madrid supo, con la ayuda inestimable de Antonio Fontán, forjar un equipo de intelectuales y periodistas de amplio espectro que abonaron el terreno de la posterior transición política. Aquel Diario fue expropiado por el franquismo. Pero la tenacidad de Calvo Serer consiguió, después de largos esfuerzos políticos y judiciales, que le devolvieran –muerto y empobrecido, inviable ya– el diario Madrid. El diario Madrid ha inscrito su nombre definitivamente en ese cuadro reducido y selecto de periódicos que han dejado una huella profunda en la historia de la sociedad de su tiempo. Fue una aventura que estimuló el panorama gris y mudo del momento. Mantuvo encendida la llama de una libertad responsable y posible. Y enseñó a dos generaciones –una generación de cincuenta años y otra de treinta– a luchar a contracorriente con las armas de la razón y la inteligencia práctica.
Rafael Calvo, Antonio Fontán, el diario Madrid, la Fundación que perpetúa las ideas y la cultura del Diario, son –así me lo parece– relevantes referencias de la pasión por la libertad y la pasión por el buen periodismo. Por eso, me siento especialmente identificado con el Premio que se me ha concedido, porque también yo no soy otra cosa que un periodista que ha vivido, y sigue viviendo, el periodismo con pasión, y ha luchado, y sigue luchando, en las duras y en las maduras, por la libertad.
La libertad de informar en Prensa, Radio, Televisión y, más recientemente, en Internet o en los teléfonos móviles, es difundir noticias, crear y movilizar opiniones, llamar la atención sobre los problemas públicos sugerir sus soluciones.
Es también la libertad de ser informado, de acudir a los medios nacionales o extranjeros para saber lo que pasa, en la comunidad local o regional, en el país, en el mundo; para acceder a opiniones competentes y formar la propia opinión; para descubrir nuevos temas, nuevas ideas, nuevos caminos.
He tenido que enfrentarme, en las últimas cuatro largas décadas, a muchas dificultades e incomprensiones en la defensa –que siempre procuré que fuera coherente de los valores y principios de la libertad de información. En tiempos de Salazar, la censura previa –tan radical y absurda que llegaba a prohibir la publicación de noticias de temporales o terremotos– actuaba también a través de la intimidación personal: cuando trabajaba en Diario Popular, de Lisboa, por ejemplo, fui llamado más de una vez para interrogatorios interminables de la PIDE, la policía política de la época.
En tiempos de Caetano, el indiscutible ablandamiento inicial que se produjo duró poco tiempo: la Ley de Prensa que propuso, con Francisco Sá Carneiro, fue totalmente rechazada por el Parlamento de entonces. En ese contexto, Expresso parecía condenado a desaparecer: el castigo de representar las pruebas de página, impuesto por la censura, nos obligaba a cerrar cada vez más tarde, y hacía cada vez menos viable la distribución del periódico.
Con la Revolución del 25 de abril de 1974, recuperamos felizmente las libertades, aunque el péndulo se fue hacia otro lado: en un momento determinado, Expresso era el único medio de comunicación de ámbito nacional no controlado por el Partido Comunista Portugués y sus aliados del Movimiento de las Fuerzas Armadas, lo que nos llevó a enfrentar las más variadas amenazas, presiones al taller de impresión o boicots a la distribuidora. Por otro lado, haber sido uno de los tres fundadores del Partido Social Demócrata, pertenecido a sus órganos directivos, diputado en la Asamblea Constituyente y por tres veces diputado en la Asamblea de la República, provocó –y continúa provocando– en mis correligionarios una actitud crítica hacia el criterio de independencia política que mantengo en los medios de los que soy accionista mayoritario: y, hoy, además de Expresso, tenemos SIC, Noticias, Visão, Exame y al portal AEIOU y algunos más.
Cuando durante dos años y medio presidí el Gobierno de Portugal, esa actitud crítica subió de tono. No se daba sólo en los simpatizantes del PSD. Mucha más gente no entendía por qué razón Expresso criticaba libremente –y en ocasiones de una forma exagerada (la vieja tentación de matar al Padre…) al Primer Ministro, que era yo. Instalada la democracia en Portugal, a partir de 1982 y hasta hoy, la lucha por la libertad de informar y de ser informado cambió sus coordenadas, pero subsiste: desde arrostrar sucesivas y misteriosas oleadas deinspecciones de Finanzas y de la Seguridad Social hasta cortes de publicidad de grandes anunciantes, pasando -como en este momento sucede– por el furor legislativo sobre los medios.
El rigor de las limitaciones, las sanciones previstas y el exceso de poderes concedidos a las entidades reguladoras por las nuevas normas, pueden generar un clima de miedo y conducir a la autocensura.
Pero más que del pasado o del presente portugués, interesa hablar del presente y del futuro de la libertad de expresión a escala planetaria. Y es ahí donde comprobamos que esa libertad no existe en grandes zonas de Asia, África u Oriente Medio, además de las dificultades crecientes en países como Rusia o Venezuela. Los portugueses y los españoles, que recuperamos la libertad hace poco más de 30 años, no podemos olvidarnos de los miles de millones de ciudadanos que, enpleno siglo XXI, continúan sin acceso a una prensa, radio y televisión libres, no consiguen acceder a la información global de Internet, tienen sus teléfonos móviles controlados.
Tendemos –hablo por mí en primer lugar– a olvidarnos, a mirar a otro lado, a fingir que los problemas de ellos no son nuestros problemas, a ignorar que hay periodistas presos o ejecutados simplemente por cumplir su misión, o que hay empresas de comunicación que son cerradas por cometer el pecado de intentar ser libres. Es obvio que debemos custodiar el ejercicio de la libertad de información en nuestras jóvenes democracias. Al poder político –más a la derecha o más a la izquierda– y al poder económico –cada vez más incontrolable, porque cada vez más global– no les gusta el periodismo independiente y de calidad. Procuran condicionarlo, amenazarlo o corromperlo, lo que a veces, desgraciadamente, consiguen.
La necesidad, en regímenes democráticos como los nuestros, de mantenernos activamente vigilantes, debe, sin embargo, ser compatible con la lucha por la libertad de información a escala global, arma y condición fundamental en la guerra contra la brecha creciente entre info-ricos e info-pobres; contra la desigualdad de oportunidades; contra las terribles injusticias sociales que existen en el mundo donde confortablemente vivimos.
Altezas:
Mi gratitud –manifestada desde el primer momento de mi intervención a todos los que con su generosidad han hecho posible la íntima alegría que siento– se hace aún mayor por la presencia de Vuestra Alteza en este acto y porque de sus manos recibo el Premio Calvo Serer. Es un altísimo honor que guardaré en mi corazón. La libertad ha de tener siempre una madura juventud, que se enriquece día a día con brillos y nuevas perspectivas. La libertad o es de todos o deja de ser libertad para convertirse en privilegio de grupo, tribu o casta. La libertad no es algo que se conquista de una sola vez y para siempre. Existe el riesgo de la libertad, pero también la libertad está siempre en riesgo. Tener el Premio Calvo Serer y haberlo recibido del Príncipe de Asturias, hace más fuerte aún, si cabe, mi compromiso con el periodismo libre y la libertad de información.
Compromiso de Amistad y Lealtad en el Diálogo
Por S.A.R. El Príncipe de Asturias
Permítanme que en primer lugar agradezca a Don Antonio Fontán, Presidente de la Fundación Diario Madrid, sus palabras de bienvenida y afecto y su invitación para presidir junto a la Princesa este acto en el que se me concede, además, el honor de entregar el VII Premio Rafael Calvo Serer que otorga dicha Fundación.
El Jurado a decidido por unanimidad que el premio de este año recaiga en Don Francisco Pinto Balsemâo, destacada personalidad portuguesa en los ámbitos de la política y la comunicación y probado amigo y conocedor de España, cuyo perfil acaba de glosar Don Juan Luis Cebrián con particular esmero. Me complace de manera especial poder transmitirle nuestra felicitación llena de afecto personal y del reconocimiento de todos a su rica y dilatada carrera. De don Francisco quisiera subrayar, sobre todo, su valiosa –incluso decisiva– aportación a la plena recuperación del sistema democrático en Portugal, a la consolidación de sus libertades, y a su integración en la obra de la construcción europea, a la que Portugal pertenece por derecho propio, como país clave en la conformación de la identidad de nuestro Continente.
Un país por el que toda la Familia Real española siente un profundo cariño y en el que siempre hemos gozado de una hospitalidad generosa y cordial, presente en cada ocasión en que hemos tenido la satisfacción de pisar tierra portuguesa.
Como ya dije públicamente con motivo de mi último Viaje Oficial a Lisboa en 2003, y lo seguiré diciendo, Portugal bien sabe que puede contar conmigo y con mi familia como sinceros valedores de la amistad hispanoportuguesa, desde el especial afecto, respeto y admiración que la Princesa y yo profesamos al querido país vecino y a su pueblo, y desde la gratitud permanente por su conocido trato a mis queridos Abuelos, Don Juan y Doña María (Condes de Barcelona) y a toda la familia. La Historia respectiva de antiguas Naciones europeas como Portugal y España no sólo ha forjado dos grandes pueblos, dotados de arraigada personalidad y múltiples facetas, sino que trasciende sus propias fronteras, estimulada por nuestros idiomas de alcance universal, y contribuye a definir la proyección de Europa en el mundo.
Hoy, como países modernos y desarrollados, colaboramos activamente en la escena internacional, desde nuestra común pertenencia a la Alianza Atlántica y la Unión Europea, y la coincidente dimensión iberoamericana y mediterránea de nuestras políticas exteriores. Portugueses y españoles podemos también felicitarnos por el extraordinario desarrollo de nuestros vínculos profundos de amistad y cooperación a lo largo de las tres últimas décadas.En efecto, en este tiempo la estima que cada país experimenta por el otro se ha visto reforzada por un diálogo leal en todos los niveles, que alienta la confianza y la comprensión recíprocas, reflejadas en múltiples foros, entre los que destacan las Cumbres anuales lusoespañolas, y en la relación entre las provincias fronterizas de ambos Países.
Juntos hemos logrado acometer innumerables proyectos que hemos podido extender nuestra sintonía y complicidad a nuevas áreas. Y ello no sólo en el ámbito público, sino también en el privado, desde el sector empresarial hasta las numerosas iniciativas suscitadas por nuestras sociedades civiles.
En síntesis, en estos últimos treinta años, se han intensificado como nunca antes el entendimiento y la amistad entre portugueses y españoles.
Nuestro Premiado, Don Francisco Pinto Balsemâo, hombre de Estado, cofundador del Partido Socialdemócrata, Diputado en la Asamblea de la República, Ministro luego y Primer Ministro más tarde, sin duda es una de las personalidades lusas que más ha promovido ese extraordinario desarrollo experimentado por nuestras relaciones bilaterales.
.Junto a los méritos apuntados hasta ahora, el Jurado ha sabido valorar también, con razón, su labor como periodista y su vinculación con el mundo de la comunicación social. A ese respecto, me alegra recordar que esta casa de la calle Larra, que, cuidadosamente restaurada, hoy nos acoge, ha venido alentando durante noventa años un espíritu que ha potenciado alguno de los capítulos más sobresalientes de la historia del periodismo y de las ideas políticas en España. Un espíritu abierto, que quiso reflejar el diario Madrid y que hoy impulsa la Fundación que lleva su nombre. El rigor intelectual, la defensa de los valores humanos permanentes y la promoción de las libertades públicas y privadas, así como la búsqueda de una notable exigencia profesional y de un buen estilo literario, se aúnan en el enfoque tolerante y abierto que promueve la Fundación Diario Madrid para el ejercicio del periodismo y la comunicación y para todos los espacios de la vida pública de nuestra sociedad.
Unas coordenadas que dinamizan el diálogo ágil y respetuoso entre pareceres diversos, favorecen la expresión de las propias opiniones en libertad y permiten crear los consensos que tanto aportan a la convivencia. En ese amplio contexto, los miembros de esta Fundación y cuantos colaboran con ella, intensamente vinculados al mundo de la comunicación, contribuyen en nuestros días a formar nuevas generaciones de periodistas, a fomentar su actividad cultural y a desarrollarla competencia técnica que requieren las nuevas tecnologías de la información. Sobre este telón de fondo, el Jurado ha valorado, pues, en la personalidad profesional de Don Francisco Pinto Balsemâo una ilustre trayectoria periodística, desarrollada en Portugal y acreditada por una notable presencia internacional. Trayectoria que abarca desde el familiar Diario Popular de su juventud, hasta el destacado semanario Expresso, así como su extensa labor empresarial, en radio y televisión.
En suma, me agrada mucho poder destacar las cualidades, impulsadas por el talento, la iniciativa y el esfuerzo, que el Jurado galardona en Don Francisco Pinto Balsemâo, como político, periodista y empresario portugués, de la amistad entre Portugal y España, y del desarrollo de iniciativas para el desarrollo y la paz en la comunidad internacional. Además me permito recordar que él nos honra con su participación como miembro del jurado del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. Quiero expresar mi reconocimiento al Jurado por su excelente trabajo y a la Fundación Diario Madrid por su loable iniciativa, así como reiterar de corazón y con todo afecto mi más sincera felicitación y la de la Princesa a Don Francisco Pinto Balsemâo por este Premio, a la que cumplo el grato encargo de unir la felicitación personal, fraternal y cariñosa de Sus Majestades los Reyes.
Muchas gracias.
http://diariomadrid.net/index.php/actividades/premio/item/156-2007-vii-premio-francisco-pinto-balsemao#sigProId37e7c79a3b
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